Huesa del Común (Teruel)  La seducción del Aragón medieval

 

 

 

 

 

“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda
y cómo la recuerda para contarla. “ (G. García Márquez)

SEMBLANZAS

Ángeles y Adelaida Benajes

Iniciamos el recorrido por sus recuerdos en una mañana soleada del mes de diciembre, sentadas alrededor de una mesa camilla, en su habitación del Seminario de Teruel, donde llevan viviendo estos últimos años. Y aunque dicen no tener memoria, poco a poco van despertando los recuerdos adormecidos y va surgiendo la vida recordada y las anécdotas.

Para quien no conozca a estas jóvenes, de poco más de ochenta años, Ángeles y Adelaida, junto con su hermano, Mosén Jesús, eran los primos que teníamos en Teruel para lo que necesitáramos.

Vivieron en Huesa hasta los 15 años “en la casa donde viven ahora Esperanza y Ángel”, junto con sus padres, Baltasara y Salvador, y sus dos hermanos Mosén Jesús y David. De sus amigas infantiles recuerdan a Pilar Bernal, a Aurora, a Isabelita Polo, y alguna reyerta con Constantino. Jugaban a las agujas (punta o capón), al corro, a la comba, a la baraja… y ”bailaban en el patín entre chicas”. Doña Eloísa, la maestra, les enseñaba a “sumar conejos con conejos y no con pollos” (¿verdad Ángeles?).

Adelaida, fue de las primeras mujeres del pueblo que hizo el bachillerato, interna en el colegio de la Sagrada Familia de Zaragoza, donde estudiaba y trabajaba, para costearse la estancia, como fámula (sirvienta de la comunidad de un colegio). Lo vivió “con mucha responsabilidad y buenas notas, sobresaliente en matemáticas en un exigente repaso global que me hizo el profesor“. Posteriormente estudió Magisterio en Teruel. Dice, y yo le creo a medias, que no era tan lista como otras compañeras, pero sus resultados siempre fueron excelentes: “iba a clase con las lecciones bien punteadas y trabajadas”.

Hermanas Benajes (fotos de los autores del artículo)

Acabó magisterio, y con plaza fija inició un periplo que le llevaría a Portalrubio primero, luego a Alba…” los niños entonces eran dóciles, tímidos y obedientes”. Y finalmente a la Escuela Hogar de Teruel, donde hacían de maestras y de madres de los niños: “una labor muy bonita y un equipo estupendo”. Se muestra firme en el balance que hace: “si volviera a nacer, maestra sería; nunca aborrecí mi profesión y eso que, a veces, las pasé canutas”.

Ángeles estuvo en Teruel, primero trabajando de modista. Y, posteriormente, cuando a su hermano Mosén Jesús le destinan a Teruel, pasó a trabajar a su lado en la parroquia: llevando la catequesis, los cantos “que tanto le gustaban“, los arreglos de la iglesia (la limpieza, la preparación de las ceremonias…). Fue el complemento sacerdotal, “la vocación que me ha dado el Señor era estar ayudando en la parroquia, al lado de mi hermano: una vida de trabajo y servicio“. Ha sido una excelente cocinera: recordamos sus turrones, mazapanes, bombones y, mención especialísima a su singular creación, bombones de chocolate ahumado. Y todo hecho con amor, “el amor que sobre”.

A estas alturas de la conversación las anécdotas se suceden, las palabras se jalonan con risa, y nos van mostrando una lucidez inusitada para su edad. Cuentan de la escasez de comida de los años de posguerra y cómo jugaban a tirar el trocito de pan en alto y cogerlo con la boca, conjugando escasez y risas. “El que tiene hambre sueña bollos” dicen. Y alguna vez el sueño se hacia realidad en forma de cesta con la “guitarra” de pan que mandaba la familia de Huesa. Se acuerdan del frío, el intenso frío pasado… “había que bailar para poder soportarlo “.

Les pregunto por su vivencia religiosa: “ha sido el ser, lo esencial de nuestra vida, Dios por encima de todo y por Él todo lo demás. El magisterio lo he vivido guiada por Dios… al ir a clase le pedía a la Virgen que entrase conmigo y así enseñaba con toda confianza”, dice Adelaida. Y Ángeles nos comenta que siempre ha vivido con alegría lo que el Señor le ha presentado en la vida, siempre fiándose de Él.

Les pido una consigna (para los sobrinos): ”en esta vida lo único importante es hacer el bien, y no olvidaros de Dios. No dejaros llevar por la corriente sin valores (todo por dinero), porque así iréis mal, no vais a ser felices. Hacer lo que os toque pero hacerlo con vocación.”

Es la suya una conversación rica, con mucha vida acumulada, mucha alegría y satisfacción. Y –sobre todo- esa paz y serenidad que da hacia el final del camino el haber cumplido nuestra misión. Una vida con sentido: “una vida al servicio de los demás e iluminada por Dios”.

Conchita y Álvaro

 

Última actualización: 20/1/2010

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