La historia (con minúsculas) de los pueblos.
Os voy a contar algunas historias de las auroras vividas personalmente
por mi.
Un "rebaño" de auroreros
No hace muchos años, 14 ó 16, que la campana
"se perdió" o no se sabía donde estaba.
Aún vivía mi buen amigo "Valentín"
que también cantaba en las
auroras, fue el primero o de los primeros años que salí
a "grabarlas".
Como decimos, aquél año no se pudo conseguir
la campana, y como solución, mi compañero propuso
lo más cercano, lo más aparente ante la falta
de esa campana, "un esquilo", y...."dicho
y hecho", buscamos un cencerro cuyas notas se asemejasen,
aunque muy remotamente, a la campana.
¡No te digo! Los auroreros y yo, a pesar de la devoción,
el cachondeo que por dentro llevábamos. Pero eso sí,
ante el recorrido, los cantos y el campaneo (mejor dicho, el
badajeo), allí no se oía ni una mosca. De ello
podemos dar "fe sonora", gracias a la grabación
efectuada en todo el recorrido.
Los auroreros invisibles
Fue también por estos años, cuando una víspera
del día 15, por la tarde noche, hablando con "Matiícas"
para acudir a la "Aurora", me comentó no había
nadie previsto ni avisaó. Le explique que si lograba
avisar y reunirlos yo estaría en la puerta de la Florencia
a las seis (6) y, sino, si no había nadie podíamos
hacer el recorrido cantando la "Aurora", pero con
la que tenía grabada del año anterior.
Antes de la hora marcada, allí estaba yo con el dictáfono
y cintas preparado para grabar o reproducir las albas. Ante
la nula asistencia de cantores y acompañantes, al comenzar
el día, y desolado, cuando los mozos y jóvenes
regresaban de otros pueblos en fiestas, con el magnetófono
en el bolsillo me coloque por algunos puntos estratégicos
que no me viesen (C/.Nueva-Volante, Las Eras- Mayor, callizo
del Cura, detrás del Frontón (recuerdo que Ismael
salía a cazar por la desveda de la codorniz y se quedó
paraú al oír el canto y no ver a nadie), Seis
Corrales con Bº Alto y en el granero de la Coca de mi casa.
Eran sobre las siete, siete y cuarto, ya bastante de día
y tranquilamente me eché a la cama.
La sorpresa me la dio mi madre al levantarme y posteriormente
a lo largo de la mañana. Aquella me manifestó
que la Dolores de Diego oyó cantar la aurora, así
como otras vecinas (Adoración) también pero que
a lo que salieron a verla ya no estaban. Parecidos
comentarios se oyeron de la Arrabal, Plaza y Barrio Alto. Por
el BC Alto-Brujas decían que ese año se había
oído muy bien como si la hubiesen cantado allí.
Fueron tiempos que al contrario que en el presente, eran muy
escasos quienes acudían a estas alboradas, que no fueran
auroreros.
Podemos decir fue un resurgimiento de esta tradición,
y que en adelante ha continuado de más en más;
orgulloso y por diferentes circunstancias, me fui retirando,
con el camino bastante llano, dejando paso a otros que con orgullo
y devoción continúan con tan añeja tradición.
Informa Miguel de Fayet
Villa de Huesa, Septiembre de 2006